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14 de marzo de 2012

El Pequeño Nemo





Los sueños. Esa puerta abierta a los sótanos de la mente humana, donde muchos han querido ver reflejados sus anhelos, miedos e, incluso, el futuro. Esa actividad cerebral nocturna que siempre ha perturbado con su inextricable e inesperada gramática.
Y en la literatura no habría podido ser de otro modo: desde la Epopeya de Gilgamesh hasta la saga de Sandman de Neil Gaiman, los sueños han protagonizado memorables anécdotas donde vamos a
ubicar la obra que esta semana en la Tabla Esmeralda os invitamos a conocer (o recordar):

Little Nemo in Slumberland o El Pequeño Nemo en el País de la Sueños



En la actualidad, gracias a Freud, la Gestalt y más tarde Jung, los sueños son considerados de manera general códigos de nuestro inconsciente para ser analizados e interpretados. Son personales, centelleos de nuestros eventos diarios y preocupaciones a través de una serie de arquetipos comunes a todos los que compartimos el mismo ámbito cultural. Una manera de comunicarnos con nosotros mismos y de que nuestro cerebro se explaye y relaje un poquito. Y así lo hemos ido reflejando en la literatura y artes contemporáneas de forma mayoritaria.


Pero los sueños pueden ser mucho más que eso. Los sueños son la geografía subterránea y mítica de la mente, de caos y sombras, que no nos preparan solo para la vida, sino también para la muerte
Podríamos decir que son el despertar del ego, el cual se embarca en una aventura onírica dentro de un submundo en el que aprende a construirse a sí mismo. 
Y así es como sucede en El pequeño Nemo en el País de los Sueños. No se trata de elementos psicológicos que ocurren en la mente del protagonista. El Sueño es un lugar, extraño y turbio, al que se regresa todas las noches y en el que se desarrolla otra vida fantástica paralela a la consciente.

Pero no nos apresuremos... lo primero es lo primero, y es presentaros la obra en cuestión.



Introduciros El Pequeño Nemo en el País de los Sueños no es una tarea cualquiera, ya que nos referimos a la primera obra maestra del mundo del cómic y que ha influido decisivamente en él. Sus recursos narrativos han sido imitados y homenajeados en abundancia y sus ramificaciones llegan hasta el mundo del cine animado contemporáneo.
El 15 de Octubre de 1905 se publicó por primera vez a todo color y con media página de los periódicos de antes (que eran un poquitín más grandes que los actuales), Little Nemo in Slumberland en el New York Herald. Sus páginas fueron la verdadera cuna del cómic, pues en ellas aparecieron los primigenios Buster Brown o Little Sammy Sneeze (también del mismo autor que Little Nemo).  
Más adelante, en 1911 pasaría al New York American cuyo dueño, el magnate William Randolph Hearts (sí, el de Ciudadano Kane) no tardó en extender al resto de sus publicaciones. 
La historia, muy sencilla: las peripecias de un niño pequeño, Nemo (nadie en latín), dentro de sus propios sueños, intentando alcanzar un mundo remoto, Slumberland, tras la llamada de un Rey y su Princesa necesitados de su ayuda. Y allí queda entroncada la historia surrealista de corte fantástico de la que, cada mañana, el pequeño Nemo, despierta sobresaltado.
Su autor fue Winsor McCay, un verdadero genio al que debemos también la primera película de animación de la historia, Gertie el Dinosaurio (1914), que estableció estándares que Walt Disney y otros detrás de él, como Hayao Miyazaki, utilizaron a partir de entonces.




Winsor McCay fue un visionario, que, a parte de historietas como Pesadillas de Cenas indigestas, estaba fascinado por el cine y la animación. Realizó numerosos cortometrajes a los que se dedicó por entero a partir de 1914, abandonando al pequeño Nemo por un tour fabuloso alrededor de todo su país, Estados Unidos, para promocionarlos. Para la historia de la animación también queda la extraordinaria El Hundimiento del Lusitania (1918), un claro empujoncito por parte del autor hacia su patria en su involucración en la I Guerra Mundial. El sentimiento anti-germano de este documental animado sigue, por supuesto, los patrones inherentes a la época.




Retomó de nuevo en 1925 las aventuras del pequeño Nemo durante dos años, y tras su muerte en 1934, su hijo intentó resucitar en dos ocasiones más la historia, pero sin ningún éxito.
Cierto que el Pequeño Nemo en el País de la los Sueños no tuvo una fama categórica en su momento, y ha sido con el transcurrir de los años que esta obra ha ido revalorizándose y se ha reconocido su trascendencia histórica... pero en vida de Winsor McCay tuvo su propio musical de Broadway que se mantuvo durante un año en cartelera, varios editores neoyorquinos pelearon por tenerlo en nómina y tuvo (tiene) bastantes seguidores fieles.
Ciertos capítulos de la serie se encuentran en varios museos. Es el caso del Louvre, que posee el célebre La Noche de las Casas Vivientes o del Museo Metropolitano de Nueva York, donde se expusieron unas valiosas planchas originales recuperadas en 1966.

Winsor McCay

Winsor McCay a través de El pequeño Nemo en el País de los Sueños, puso los cimientos del mundo del cómic, él construyó su lenguaje narrativo prácticamente desde cero.
Su dominio del color a nivel psicológico es impresionante; cómo a través de la gama cromática era capaz de escindir, unir y equilibrar el mundo onírico del real, dotando a la historia de ritmo y delimitando sus contenidos. También su manipulación de la perspectiva, en un equilibrio de líneas y curvas magistral, así como la composición misma de la página, donde las viñetas más que un dibujo estático plasman un dinamismo que evidentemente refieren a las ambiciones de McCay por la animación o el mismo cine, resultan en la actualidad sorprendentes.
A todo esto debemos unirle un bello trazo limpio y elegante, de reminiscencias modernistas y de la ilustración del cuento clásico, y unas historias de aire ingenuo en el que el infinito es el límite.
Y como en todos los cuentos, la oscuridad, la crueldad y la violencia tienen también su lugar, lo que hace de esta obra un maravilloso y poético prodigio donde la razón se expresa por medio de las emociones.
La inspiración de McCay es evidente que provino de muy distintas fuentes: desde el mundo del circo, la prestidigitación, la omnipresente Alicia de Carroll hasta el cine mudo de Méliès, Chomón o el pintor Alphonse Mucha.



Pesadillas de Cenas indigestas 

Y fue su afán experimentador, desbordante de creatividad, el que lo llevó a cotas que muy pocas veces han sido alcanzadas después y que hacen de esta obra un clásico atemporal, fresco y completamente vigente. Insuperable.


El argumento del pequeño Nemo, que antes os hemos citado, es pura magia, la magia de los sueños y cuya exuberancia es totalmente acorde con el despliegue gráfico.
Tras muchas peripecias y conseguir llegar a Slumberland, Nemo, generalmente en pijama, junto a su inicialmente rival Flip (que llevaba un sombrero en el que ponía ¡Despierta!) continuó sus aventuras junto a diversos personajes como el Chico de Caramelo, el doctor Pill, el Rey Morfeo y su hija la Princesa. Y sus aventuras no solo tienen lugar en el reino de Morfeo, Slumberland, sino en el mismo sueño, una realidad alternativa de la que tiene que aprender sus propias reglas para dominarla. Encontramos aquí un preludio a los viajes oníricos de Randolph Carter de Lovecraft: La llave de Plata, A través de las Puertas de la llave de Plata, En busca de la ciudad del Sol Poniente y La Búsqueda en sueños de la ignota Kadath. Nemo y Carter no son testigos pasivos de sus sueños, se asemeja más a un sueño lúcido, y quizá podríamos incluso imaginar que Randolph Carter es Nemo ya adulto, intentando alcanzar todavía sus maravillas.

McCay se enfrenta al eterno enigma femenino

La influencia del pequeño Nemo es inabarcable, no podríamos parar de enumerar ejemplos, porque no debemos olvidar que esta obra es, además de pionera, la madre de la novela gráfica. Alan Moore  Moebius son dos ejemplos claros de su descendencia.

Moebius, Jean Giraud, nos ha abandonado hace unos días. Una noticia inesperada que nos ha conmocionado.



Pero no todo quedó allí. Existen dos óperas dedicadas al pequeño Nemo, una del año 1908 y otra por estrenar a finales de este año. Adaptaciones al cine y al anime japonés, así como videojuegos y multitud de merchandising.
¿Y dónde podemos conseguir en España esta imprescindible obra?
En nuestro país, hay que ser sinceros, nunca hemos sido muy cuidadosos con la literatura... y mucho menos con, lo que de forma general, denominamos “tebeo”. Con el pequeño Nemo ha sido así también. A lo largo de los años y en diversas editoriales, se han editado de manera incompleta y con más o menos fortuna, la aventuras de Nemo, siendo la de Norma la más fidedigna (la mejor, vamos) aunque solo incluya la primera etapa (1905-1914) en dos gigantescos tomos de precio también gigantesco. Taschen también publicó, con menos esmero pero con un precio bastante más asequible y en un solo tomo, toda la primera etapa. La segunda no está disponible en castellano, lamentablemente, aunque seguro que, si estáis realmente interesados en las fantásticas aventuras de este niño, sabréis buscaros la vida adecuadamente en internet, pues la obra de Winsor McCay ya es de dominio público desde el año 2005.

2 comentarios:

  1. Es alucinante el buen hacer de Windsor Mcay,que gracioso el dinosaurio y que cabroncete cuando tira al mamut al lago,que acaba dejandolo seco cuando le entra sed,muy buen trabajo,Bea.

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El Pequeño Nemo

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Los sueños. Esa puerta abierta a los sótanos de la mente humana, donde muchos han querido ver reflejados sus anhelos, miedos e, incluso, el futuro. Esa actividad cerebral nocturna que siempre ha perturbado con su inextricable e inesperada gramática.
Y en la literatura no habría podido ser de otro modo: desde la Epopeya de Gilgamesh hasta la saga de Sandman de Neil Gaiman, los sueños han protagonizado memorables anécdotas donde vamos a
ubicar la obra que esta semana en la Tabla Esmeralda os invitamos a conocer (o recordar):

Little Nemo in Slumberland o El Pequeño Nemo en el País de la Sueños



En la actualidad, gracias a Freud, la Gestalt y más tarde Jung, los sueños son considerados de manera general códigos de nuestro inconsciente para ser analizados e interpretados. Son personales, centelleos de nuestros eventos diarios y preocupaciones a través de una serie de arquetipos comunes a todos los que compartimos el mismo ámbito cultural. Una manera de comunicarnos con nosotros mismos y de que nuestro cerebro se explaye y relaje un poquito. Y así lo hemos ido reflejando en la literatura y artes contemporáneas de forma mayoritaria.


Pero los sueños pueden ser mucho más que eso. Los sueños son la geografía subterránea y mítica de la mente, de caos y sombras, que no nos preparan solo para la vida, sino también para la muerte
Podríamos decir que son el despertar del ego, el cual se embarca en una aventura onírica dentro de un submundo en el que aprende a construirse a sí mismo. 
Y así es como sucede en El pequeño Nemo en el País de los Sueños. No se trata de elementos psicológicos que ocurren en la mente del protagonista. El Sueño es un lugar, extraño y turbio, al que se regresa todas las noches y en el que se desarrolla otra vida fantástica paralela a la consciente.

Pero no nos apresuremos... lo primero es lo primero, y es presentaros la obra en cuestión.



Introduciros El Pequeño Nemo en el País de los Sueños no es una tarea cualquiera, ya que nos referimos a la primera obra maestra del mundo del cómic y que ha influido decisivamente en él. Sus recursos narrativos han sido imitados y homenajeados en abundancia y sus ramificaciones llegan hasta el mundo del cine animado contemporáneo.
El 15 de Octubre de 1905 se publicó por primera vez a todo color y con media página de los periódicos de antes (que eran un poquitín más grandes que los actuales), Little Nemo in Slumberland en el New York Herald. Sus páginas fueron la verdadera cuna del cómic, pues en ellas aparecieron los primigenios Buster Brown o Little Sammy Sneeze (también del mismo autor que Little Nemo).  
Más adelante, en 1911 pasaría al New York American cuyo dueño, el magnate William Randolph Hearts (sí, el de Ciudadano Kane) no tardó en extender al resto de sus publicaciones. 
La historia, muy sencilla: las peripecias de un niño pequeño, Nemo (nadie en latín), dentro de sus propios sueños, intentando alcanzar un mundo remoto, Slumberland, tras la llamada de un Rey y su Princesa necesitados de su ayuda. Y allí queda entroncada la historia surrealista de corte fantástico de la que, cada mañana, el pequeño Nemo, despierta sobresaltado.
Su autor fue Winsor McCay, un verdadero genio al que debemos también la primera película de animación de la historia, Gertie el Dinosaurio (1914), que estableció estándares que Walt Disney y otros detrás de él, como Hayao Miyazaki, utilizaron a partir de entonces.




Winsor McCay fue un visionario, que, a parte de historietas como Pesadillas de Cenas indigestas, estaba fascinado por el cine y la animación. Realizó numerosos cortometrajes a los que se dedicó por entero a partir de 1914, abandonando al pequeño Nemo por un tour fabuloso alrededor de todo su país, Estados Unidos, para promocionarlos. Para la historia de la animación también queda la extraordinaria El Hundimiento del Lusitania (1918), un claro empujoncito por parte del autor hacia su patria en su involucración en la I Guerra Mundial. El sentimiento anti-germano de este documental animado sigue, por supuesto, los patrones inherentes a la época.




Retomó de nuevo en 1925 las aventuras del pequeño Nemo durante dos años, y tras su muerte en 1934, su hijo intentó resucitar en dos ocasiones más la historia, pero sin ningún éxito.
Cierto que el Pequeño Nemo en el País de la los Sueños no tuvo una fama categórica en su momento, y ha sido con el transcurrir de los años que esta obra ha ido revalorizándose y se ha reconocido su trascendencia histórica... pero en vida de Winsor McCay tuvo su propio musical de Broadway que se mantuvo durante un año en cartelera, varios editores neoyorquinos pelearon por tenerlo en nómina y tuvo (tiene) bastantes seguidores fieles.
Ciertos capítulos de la serie se encuentran en varios museos. Es el caso del Louvre, que posee el célebre La Noche de las Casas Vivientes o del Museo Metropolitano de Nueva York, donde se expusieron unas valiosas planchas originales recuperadas en 1966.

Winsor McCay

Winsor McCay a través de El pequeño Nemo en el País de los Sueños, puso los cimientos del mundo del cómic, él construyó su lenguaje narrativo prácticamente desde cero.
Su dominio del color a nivel psicológico es impresionante; cómo a través de la gama cromática era capaz de escindir, unir y equilibrar el mundo onírico del real, dotando a la historia de ritmo y delimitando sus contenidos. También su manipulación de la perspectiva, en un equilibrio de líneas y curvas magistral, así como la composición misma de la página, donde las viñetas más que un dibujo estático plasman un dinamismo que evidentemente refieren a las ambiciones de McCay por la animación o el mismo cine, resultan en la actualidad sorprendentes.
A todo esto debemos unirle un bello trazo limpio y elegante, de reminiscencias modernistas y de la ilustración del cuento clásico, y unas historias de aire ingenuo en el que el infinito es el límite.
Y como en todos los cuentos, la oscuridad, la crueldad y la violencia tienen también su lugar, lo que hace de esta obra un maravilloso y poético prodigio donde la razón se expresa por medio de las emociones.
La inspiración de McCay es evidente que provino de muy distintas fuentes: desde el mundo del circo, la prestidigitación, la omnipresente Alicia de Carroll hasta el cine mudo de Méliès, Chomón o el pintor Alphonse Mucha.



Pesadillas de Cenas indigestas 

Y fue su afán experimentador, desbordante de creatividad, el que lo llevó a cotas que muy pocas veces han sido alcanzadas después y que hacen de esta obra un clásico atemporal, fresco y completamente vigente. Insuperable.


El argumento del pequeño Nemo, que antes os hemos citado, es pura magia, la magia de los sueños y cuya exuberancia es totalmente acorde con el despliegue gráfico.
Tras muchas peripecias y conseguir llegar a Slumberland, Nemo, generalmente en pijama, junto a su inicialmente rival Flip (que llevaba un sombrero en el que ponía ¡Despierta!) continuó sus aventuras junto a diversos personajes como el Chico de Caramelo, el doctor Pill, el Rey Morfeo y su hija la Princesa. Y sus aventuras no solo tienen lugar en el reino de Morfeo, Slumberland, sino en el mismo sueño, una realidad alternativa de la que tiene que aprender sus propias reglas para dominarla. Encontramos aquí un preludio a los viajes oníricos de Randolph Carter de Lovecraft: La llave de Plata, A través de las Puertas de la llave de Plata, En busca de la ciudad del Sol Poniente y La Búsqueda en sueños de la ignota Kadath. Nemo y Carter no son testigos pasivos de sus sueños, se asemeja más a un sueño lúcido, y quizá podríamos incluso imaginar que Randolph Carter es Nemo ya adulto, intentando alcanzar todavía sus maravillas.

McCay se enfrenta al eterno enigma femenino

La influencia del pequeño Nemo es inabarcable, no podríamos parar de enumerar ejemplos, porque no debemos olvidar que esta obra es, además de pionera, la madre de la novela gráfica. Alan Moore  Moebius son dos ejemplos claros de su descendencia.

Moebius, Jean Giraud, nos ha abandonado hace unos días. Una noticia inesperada que nos ha conmocionado.



Pero no todo quedó allí. Existen dos óperas dedicadas al pequeño Nemo, una del año 1908 y otra por estrenar a finales de este año. Adaptaciones al cine y al anime japonés, así como videojuegos y multitud de merchandising.
¿Y dónde podemos conseguir en España esta imprescindible obra?
En nuestro país, hay que ser sinceros, nunca hemos sido muy cuidadosos con la literatura... y mucho menos con, lo que de forma general, denominamos “tebeo”. Con el pequeño Nemo ha sido así también. A lo largo de los años y en diversas editoriales, se han editado de manera incompleta y con más o menos fortuna, la aventuras de Nemo, siendo la de Norma la más fidedigna (la mejor, vamos) aunque solo incluya la primera etapa (1905-1914) en dos gigantescos tomos de precio también gigantesco. Taschen también publicó, con menos esmero pero con un precio bastante más asequible y en un solo tomo, toda la primera etapa. La segunda no está disponible en castellano, lamentablemente, aunque seguro que, si estáis realmente interesados en las fantásticas aventuras de este niño, sabréis buscaros la vida adecuadamente en internet, pues la obra de Winsor McCay ya es de dominio público desde el año 2005.

2 comentarios:

angelpito injurioso dijo...

Es alucinante el buen hacer de Windsor Mcay,que gracioso el dinosaurio y que cabroncete cuando tira al mamut al lago,que acaba dejandolo seco cuando le entra sed,muy buen trabajo,Bea.

La Tabla Esmeralda dijo...

¡Muchas gracias paisano! Un abrazoteee

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