Los sueños. Esa puerta abierta a los sótanos de la mente humana, donde muchos han querido ver reflejados sus anhelos, miedos e, incluso, el futuro. Esa actividad cerebral nocturna que siempre ha perturbado con su inextricable e inesperada gramática.
Y en la literatura no habría podido
ser de otro modo: desde la Epopeya de Gilgamesh hasta la saga
de Sandman de Neil Gaiman, los sueños han protagonizado
memorables anécdotas donde vamos a
ubicar la obra que esta semana en la
Tabla Esmeralda os invitamos a conocer (o recordar):
Little Nemo in Slumberland o El
Pequeño Nemo en el País de la Sueños
En la actualidad, gracias a Freud, la Gestalt y más
tarde Jung, los sueños son considerados de manera general códigos
de nuestro inconsciente para ser analizados e interpretados. Son
personales, centelleos de nuestros eventos diarios y preocupaciones a
través de una serie de arquetipos comunes a todos los que
compartimos el mismo ámbito cultural. Una manera de comunicarnos con
nosotros mismos y de que nuestro cerebro se explaye y relaje un
poquito. Y así lo hemos ido reflejando en la literatura y artes contemporáneas de forma mayoritaria.
Pero los sueños pueden ser mucho más que eso. Los sueños son la geografía subterránea y mítica de la mente, de caos y sombras, que no nos preparan solo para la vida, sino también para la muerte.
Podríamos decir que son el despertar del ego, el cual se embarca en una aventura onírica dentro de un submundo en el que aprende a construirse a sí mismo.
Y así es como sucede en El pequeño
Nemo en el País de los Sueños. No se trata de
elementos psicológicos que ocurren en la mente del protagonista. El
Sueño es un lugar, extraño y turbio, al que se regresa todas las
noches y en el que se desarrolla otra vida fantástica paralela a la
consciente.
Introduciros El Pequeño Nemo en el
País de los Sueños no es una tarea cualquiera, ya que nos
referimos a la primera obra maestra del mundo del cómic y que ha
influido decisivamente en él. Sus recursos narrativos han sido
imitados y homenajeados en abundancia y sus ramificaciones llegan
hasta el mundo del cine animado contemporáneo.
El 15 de Octubre de 1905 se publicó
por primera vez a todo color y con media página de los periódicos
de antes (que eran un poquitín más grandes que los actuales), Little
Nemo in Slumberland en el New York Herald. Sus páginas fueron la verdadera cuna del cómic, pues en ellas aparecieron los primigenios Buster Brown o Little Sammy Sneeze (también del mismo autor que Little Nemo).
Más adelante, en 1911 pasaría al New York American cuyo dueño, el magnate
William Randolph Hearts (sí, el de Ciudadano Kane) no tardó en
extender al resto de sus publicaciones.
La historia, muy sencilla:
las peripecias de un niño pequeño, Nemo (nadie en latín), dentro de sus
propios sueños, intentando alcanzar un mundo remoto, Slumberland,
tras la llamada de un Rey y su Princesa necesitados de su ayuda. Y
allí queda entroncada la historia surrealista de corte fantástico
de la que, cada mañana, el pequeño Nemo, despierta sobresaltado.
Su autor fue Winsor McCay, un verdadero
genio al que debemos también la primera película de animación de la
historia, Gertie el Dinosaurio (1914), que estableció
estándares que Walt Disney y otros detrás de él, como Hayao Miyazaki, utilizaron a
partir de entonces.
Winsor McCay fue un visionario, que, a parte de
historietas como Pesadillas de Cenas indigestas, estaba
fascinado por el cine y la animación. Realizó numerosos
cortometrajes a los que se dedicó por entero a partir de 1914,
abandonando al pequeño Nemo por un tour fabuloso alrededor de todo su país,
Estados Unidos, para promocionarlos. Para la historia de la animación
también queda la extraordinaria El Hundimiento del
Lusitania (1918), un claro empujoncito por parte del autor hacia su
patria en su involucración en la I Guerra Mundial. El sentimiento anti-germano de este documental animado sigue, por supuesto, los patrones inherentes a la época.
Retomó de
nuevo en 1925 las aventuras del pequeño Nemo durante dos años, y tras su muerte en 1934, su hijo
intentó resucitar en dos ocasiones más la historia, pero sin ningún
éxito.
Cierto que el Pequeño Nemo en el País de la los Sueños no tuvo una fama categórica en su
momento, y ha sido con el transcurrir de los años que esta obra ha
ido revalorizándose y se ha reconocido su trascendencia histórica...
pero en vida de Winsor McCay tuvo su propio musical de Broadway que
se mantuvo durante un año en cartelera, varios editores neoyorquinos
pelearon por tenerlo en nómina y tuvo (tiene) bastantes seguidores
fieles.
Ciertos capítulos de la serie se
encuentran en varios museos. Es el caso del Louvre, que posee el
célebre La Noche de las Casas Vivientes o del Museo
Metropolitano de Nueva York, donde se expusieron unas valiosas
planchas originales recuperadas en 1966.
Winsor McCay
Winsor McCay a través de El pequeño Nemo en el País de los Sueños, puso los cimientos del mundo del
cómic, él construyó su lenguaje narrativo prácticamente desde cero.
Su dominio del color a
nivel psicológico es impresionante; cómo a través de la gama cromática era capaz de
escindir, unir y equilibrar el mundo onírico del real, dotando a la
historia de ritmo y delimitando sus contenidos. También su
manipulación de la perspectiva, en un equilibrio de líneas y curvas
magistral, así como la composición misma de la página, donde las
viñetas más que un dibujo estático plasman un dinamismo que
evidentemente refieren a las ambiciones de McCay por la animación o el
mismo cine, resultan en la actualidad sorprendentes.
A todo esto debemos unirle un bello
trazo limpio y elegante, de reminiscencias modernistas y de la
ilustración del cuento clásico, y unas historias de aire ingenuo en
el que el infinito es el límite.
Y como en todos los cuentos, la oscuridad, la crueldad y la violencia tienen también su lugar, lo que hace de esta obra un maravilloso y poético prodigio donde la razón se expresa por medio de las emociones.
La inspiración de McCay es evidente que provino de muy distintas fuentes: desde el mundo del circo, la prestidigitación, la omnipresente Alicia de Carroll hasta el cine mudo de Méliès, Chomón o el pintor Alphonse Mucha.
Y como en todos los cuentos, la oscuridad, la crueldad y la violencia tienen también su lugar, lo que hace de esta obra un maravilloso y poético prodigio donde la razón se expresa por medio de las emociones.
La inspiración de McCay es evidente que provino de muy distintas fuentes: desde el mundo del circo, la prestidigitación, la omnipresente Alicia de Carroll hasta el cine mudo de Méliès, Chomón o el pintor Alphonse Mucha.
Y fue su afán experimentador,
desbordante de creatividad, el que lo llevó a cotas que muy pocas
veces han sido alcanzadas después y que hacen de esta obra un
clásico atemporal, fresco y completamente vigente. Insuperable.
El argumento del pequeño Nemo, que antes os hemos citado, es pura magia, la magia de los sueños y cuya exuberancia es totalmente acorde con el despliegue gráfico.
El argumento del pequeño Nemo, que antes os hemos citado, es pura magia, la magia de los sueños y cuya exuberancia es totalmente acorde con el despliegue gráfico.
Tras muchas peripecias y conseguir
llegar a Slumberland, Nemo, generalmente en pijama, junto a su
inicialmente rival Flip (que llevaba un sombrero en el que ponía
¡Despierta!) continuó sus aventuras junto a diversos personajes
como el Chico de Caramelo, el doctor Pill, el Rey Morfeo y su hija la
Princesa. Y sus aventuras no solo tienen lugar en el reino de Morfeo,
Slumberland, sino en el mismo sueño, una realidad alternativa de la que
tiene que aprender sus propias reglas para dominarla.
Encontramos aquí un preludio a los viajes oníricos de Randolph
Carter de Lovecraft: La llave de Plata, A través de las Puertas de
la llave de Plata, En busca de la ciudad del Sol Poniente y La Búsqueda en sueños de la ignota Kadath. Nemo y Carter no son
testigos pasivos de sus sueños, se asemeja más a un sueño lúcido,
y quizá podríamos incluso imaginar que Randolph Carter es Nemo ya
adulto, intentando alcanzar todavía sus maravillas.
McCay se enfrenta al eterno enigma femenino
La influencia del pequeño Nemo es
inabarcable, no podríamos parar de enumerar ejemplos, porque no
debemos olvidar que esta obra es, además de pionera, la madre de la
novela gráfica. Alan Moore y Moebius son dos ejemplos
claros de su descendencia.
Pero no todo quedó allí. Existen dos óperas dedicadas al pequeño Nemo, una del año 1908 y otra por estrenar a finales de este año. Adaptaciones al cine y al anime japonés, así como videojuegos y multitud de merchandising.
Moebius, Jean Giraud, nos ha abandonado hace unos días. Una noticia inesperada que nos ha conmocionado.
Pero no todo quedó allí. Existen dos óperas dedicadas al pequeño Nemo, una del año 1908 y otra por estrenar a finales de este año. Adaptaciones al cine y al anime japonés, así como videojuegos y multitud de merchandising.
¿Y dónde podemos conseguir en
España esta imprescindible obra?
En nuestro país, hay que ser sinceros,
nunca hemos sido muy cuidadosos con la literatura... y mucho menos con, lo que de forma general, denominamos “tebeo”. Con el pequeño
Nemo ha sido así también. A lo largo de los años y en diversas
editoriales, se han editado de manera incompleta y con más o menos
fortuna, la aventuras de Nemo, siendo la de Norma la más fidedigna (la mejor, vamos) aunque solo incluya la primera etapa (1905-1914) en dos gigantescos
tomos de precio también gigantesco. Taschen también publicó, con
menos esmero pero con un precio bastante más asequible y en un solo
tomo, toda la primera etapa. La segunda no está disponible en
castellano, lamentablemente, aunque seguro que, si estáis realmente
interesados en las fantásticas aventuras de este niño, sabréis
buscaros la vida adecuadamente en internet, pues la obra de Winsor
McCay ya es de dominio público desde el año 2005.
Es alucinante el buen hacer de Windsor Mcay,que gracioso el dinosaurio y que cabroncete cuando tira al mamut al lago,que acaba dejandolo seco cuando le entra sed,muy buen trabajo,Bea.
ResponderEliminar¡Muchas gracias paisano! Un abrazoteee
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